Como una especie de murmullo y sin ánimo de manifiesto, estas bellas palabras de María Negroni:
En todo poema u obra de arte se pone en marcha un doble impulso paradójico: por un lado, el de buscar en los mundos cerrados —llámese Rosebud, laboratorios o nautilus– algo más lírico que narrativo (más muerto que vivo) como defensa contra la inestabilidad y el caos y, por el otro, el de apostar, con el orgullo empedernido de un niño, a una suerte de representación absoluta (sin referente y en contravención a toda regla) que fije la pérdida y la escriba como eterna micrografía del deseo.
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